–Verás, lo que me interesa –proseguí– es saber de qué estamos hechos, fabricados. Merced a qué operación logramos asimilar determinados acontecimientos, determinados recuerdos, que se mezclan con nuestra propia saliva, se difunden en nuestra carne, mientras que otros permanecen como guijarros cortantes en el fondo de nuestros zapatos. ¿Cómo descifrar las huellas del niño en la piel de los adultos en que pretendemos habernos convertido? ¿Quién puede leer esos tatuajes invisibles? ¿En qué lengua están escritos? ¿Quién es capaz de comprender las cicatrices que hemos aprendido a disimular?