Leah Howard es histérica, desastrosa, pervertida y está más loca que una cabra. James O’Connor es un primate de pacotilla, es imbécil, estúpido y está loco por ella. Leah es histérica, porque no puede evitar gritar, chillar y croar cuando ve a O’Connor haciendo una estupidez. Es desastrosa, porque, cada dos días, tiene un accidente que siempre termina involucrando, de alguna manera, a O’Connor. Es pervertida, porque no puede evitar pensar en O’Connor en ropa interior e, incluso, ocultarse en los casilleros para contemplarlo desnudo.
Y es loca, porque, simplemente, lo está. James es un primate de pacotilla, porque Leah lo dice. Es un imbécil, porque Leah lo dice. Es estúpido, porque Leah lo dice. Y NO está loco por ella, porque Leah lo dice. Leah tiene filematofobia (miedo a ser besada) por eso finge detestar a O'Connor. Pero, ¿qué sucedería si, por una “supuesta” broma de James, Leah terminase contándole sus más oscuros secretos? Secretos como el estar enamorada de él. Además, tendrá que descubrir quién es el responsable de las cartas sin remitentes que amenazan su vida, amenazas que cada vez se hacen más reales. ¿Podrá Leah superar su miedo más terrible y por fin caer bajo los encantos de su enemigo?