Pero Sofía pensó que podía crear por su cuenta. Ese es el error. Es francamente tonto, no se puede tomar en serio. ¡Dios ni siquiera está al corriente! Pero nosotros lo reconocemos porque somos los retoños de Sofía y del semidiós Ialdabaoth. El nombre «Ialdabaoth» es la degeneración del nombre hebreo para Dios, comparable a «señor de los ejércitos». De hecho, hay una escena muy graciosa en la que el hijo abortado de Sofía, Ialdabaoth, proclama que no hay dios superior a él. Entonces, desde atrás, surge una voz femenina que dice: «¡Hey! Espera un momento, ¿recuerdas quién te dio la vida?».
Sofía representa el nombre del error, lo denominaríamos el ego, y supone la creencia de que podemos crear como Dios. Este maravilloso universo de muerte, enfermedad, hambruna, pobreza y sufrimiento es nuestra creación, y pensamos que es magnífico. Recuerda lo que dice el Dios bíblico en el Génesis: Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera y dice:
«Esto es bueno; Es muy bueno». Por su puesto, para el ego es muy bueno. El ego dice: «Mira lo que he hecho, Dios: soy más grande que tú, puesto que puedo matar lo que he creado. Y tú no. Ahora tengo el poder, no solo sobre la vida, sino también sobre la muerte».
Esta es la demencia del mundo en que vivimos, y la demencia del pensamiento que lo fundamenta. El problema no es el mundo, no es la guerra, la peste, la enfermedad o las horribles cosas que nos hacemos los unos a los otros. Cierto que todo eso es horroroso, pero no es el verdadero problema. Lo imposible es la creencia en lo imposible. Esa es la que es imposible.
(T-18.I.5:3) Fue tan inmenso [el error] y tan absolutamente increíble que de él no pudo sino surgir un mundo totalmente irreal.
Tomarse en serio la diminuta idea loca supuso que, partiendo de ese error original, surgió un mundo totalmente irreal. Por ello, este mundo es totalmente ficticio. ¡Mira las cosas por las que nos enfadamos! Si eres honesto contigo mismo, mirarás en retrospectiva y te darás cuenta de que estás molesto por nada; entonces, en el pasado, te molestaron algunos temas que creíste de gran relevancia. Asuntos que te importunaron hace unos días, meses o años y ahora ya no te importan en absoluto.
Ciertos temas los consideramos muy significativos, y a menudo lo son, pero para los cuerpos. Por lo tanto, siempre me pregunto por qué insistimos en que somos cuerpos y nos tomamos en serio las afrentas, las injusticias o las calamidades que creemos que s