Verónica Baruq debe regresar a San Andrés tras quince años de exilio autoimpuesto y dejar en pausa su vida en México. Al llegar a la isla se encuentra con que esta no parece haber cambiado y empiezan a aflorar en ella esos recuerdos que había tratado de mantener a raya. Veronica nos narra el accidente en que sus padres murieron en Bogotá y como este accidente coincide con el descubrimiento de su enfermedad y de la soledad.
Verónica Siempre quiso escapar de esa isla porque la sentía una prisión, pero con este viaje descubre una isla que no conocía y que es a la vez una forma de interesarse por su historia, la de ella y la de la isla, por sus problemas y por la cotidianidad que allí se vive. Todo empieza con unas fotografías de sus ancestros que la llevarán por coincidencia a ahondar en sus raíces y que están estrechamente relacionadas con la historia de San Andrés y que conocerá de la mano de personajes como Josephine o de Juleen (Hay otros personajes pero estos dos me encantaron).
Es una novela con un viaje muy interesante por conocer la identidad y que nos muestra el cambio que se suscita en Verónica con todas las cosas que aprende y que por supuesto significa mucho dolor y mucha ira por ver a la isla con otros ojos.
Un libro necesario para conocer esa realidad de San Andrés, esa isla lejana y paradisiaca que no conocemos realmente. Es un libro que plasma todo el abandono del estado, los problemas médico y hospitalarios, la recolección de basura y el agua potable, la corrupción del gobierno local que permite las construcciones de hoteles a diestra y siniestra, la sobrepoblación, las necesidades que tiene la isla y el daño de los turistas que consumen y tiran la basura en la playa o el mar.