Esta novela descarnadamente urbana —la primera del autor—, desciende a los abismos de Bogotá para hablar de zombis y personajes con los que nadie se quiere meter. Como un beligerante escritor del realismo francés del siglo XIX, Mendoza narra la soledad de seres que un día se quedaron al margen de todo, abandonados a su desesperación y su locura. Escrita con indignación, con honradez, con furia, esta historia pertenece al género que se ha llamado realismo degradado o realismo sucio. Como dice Mendoza, «Es una escritura que trabaja por catarsis, por expurgación, y que le ofrece al lector una comunión con las zonas prohibidas». La intrépida travesía de cinco amigos por Bogotá, la mayoría universitarios, es además una reflexión sobre la existencia en las urbes modernas, de la mano de filósofos contemporáneos como Deleuze y Guattari. Explosivo coctel de bohemia y literatura, de sórdidas y desgarradas pasiones, este relato a varias voces está tan próximo a la piedad como a la redención.