Durante el siglo XX, en contextos modernos, la comprensión humana de la sexualidad ha sufrido transformaciones muy hondas. El descubrimiento del ciclo femenino de fertilidad constituye un hito. Gracias al desarrollo del saber científico natural se ha podido controlar la concepción mediante diversos recursos naturales y artificiales, sea para limitarla o para hacerla posible en situaciones en que se dan impedimentos naturales. Por su parte, el desarrollo de las ciencias humanas también ha traído una mejor comprensión de las dimensiones culturales, sociales, psíquicas, antropológicas e históricas del carácter sexuado de nuestra vida. Estos avances, unidos a una valoración cultural creciente de la relación interpersonal y del placer están teniendo consecuencias profundas en nuestra manera de entender, de encarar y de vivir la sexualidad. Asistimos a cambios en las prácticas, en las emociones, en los imaginarios y en los conceptos. Las transformaciones operadas por la cultura moderna han impactado y siguen influyendo en la configuración de la familia, y de los roles femenino y masculino en ella y en la sociedad. Desde la perspectiva de una fe cristiana atenta a la historia, hay que afirmar que estamos ante un importante signo de estos tiempos.