las persianas, cobijo de secretas lujurias,
cuando el sol implacable fuertemente golpea
la ciudad y los campos, las tejas y las mieses,
salgo solo a entregarme a mi insólita esgrima,
husmeo en los rincones el azar de la rima,
tropiezo en las palabras como en el empedrado,
y a veces doy con versos largo tiempo soñados.
Este padre nutricio, hostil a las clorosis,
que va llenando el campo de versos y de rosas,
evapora las penas, que se elevan al cielo