La chica del milagro

Nadie se pregunta —nadie le pregunta a un paciente— cuántos médicos es capaz de tolerar. Se presume que todos los que sean necesarios; se aceptan como uno acepta a los padres. El médico es, también, un derecho y un deber. Uno debe agradecer esa presencia como los católicos le agradecen a Dios el pan sobre la mesa: indiscutida y alegremente.

A veces agarran una pierna, a veces sonríen; en general no tienen tiempo.

Los médicos, además, sostienen hipótesis, radiografías, discusiones fuertes con sus colegas y diálogos cordiales con las enfermeras del piso.

volver a pararse en el mundo

examinar las grabaciones del desastre para tratar de entender cómo

el sexo se nota en el cuerpo como el dolor, así, intenso y urgente

darse amor es masturbarse es hacerse una paja es sentir que te incendiás por dentro

Papá no vino. Que no es lo mismo que decir que no estuvo

Digo te amo con la cara, con las manos, con emoticones, con Times New Roman 12, en Gtalk, en BBM, en Twitter. Digo te amo, sobre todo, con culpa

El relato del amor se arma con la tristeza y el fin. Porque ya se terminó, porque no hay que dar explicaciones ni decir te amo