–Si comparo la idea fija que tengo de mí y del mundo con la interdependencia sublime de todas las cosas (luciérnagas, noche oscura), me doy cuenta de que no soy un extranjero sino un participante. Nada es mío, ni siquiera mi consciencia, todos los lugares son puertas abiertas, el yo no es posible sin la existencia del otro. Cuando aparece el amor (el alba) nos fundimos en el mundo convirtiéndonos en nadie.