Ya hemos dicho que una de las consecuencias características del trauma es que rompe nuestra sensación de control y de cómo deberían ser las cosas. Si lo pensamos de verdad, nosotros no controlamos lo que va pasando en nuestra vida, no sabemos cuándo vamos a enfermar o cuándo nos va a caer una maceta en la cabeza. Pero los humanos, para funcionar, necesitamos esa falsa sensación de control. Es lo que nos permite proyectarnos en el futuro y hacer planes. Si no, viviríamos en la incertidumbre, y no hay nada más desgastante para nuestro cerebro que la incertidumbre.