Fiebre de amor (Dominique)

¡Qué locura! Quiero creer que tiene corazón; pero, ¿qué uso hace de él?

¡Hay tantas maneras de decir la verdad sin expresarla por entero!

Los sentimientos eran delicados, pero vulgares, y las ideas débiles.

Pasa un año: la separación fue sin decirse «hasta la vista»: se produce un reencuentro inesperado:

La ausencia une y desune

La ausencia causa efectos singulares. Lo comprobé durante aquel primer año de alejamiento

Era el otoño la primera vez que le encontré. La casualidad me le hizo conocer en esa época del año que le es gratísima, de la cual hablé frecuentemente, acaso porque ella resume bastante bien toda existencia moderada que se desenvuelve o se acaba en un cuadro natural de serenidad, de silencio y de recuerdos.

Y cuál será el corazón bastante seguro de sí mismo para responder de que nunca se deslizará un recuerdo penoso entre la resignación, que depende de uno mismo, y el olvido, que sólo llega al cabo del tiempo?

Era sincero? Muchas veces me lo he preguntado, y algunas he llegado a dudar que un espíritu como el suyo, tendiente al perfeccionamiento, estuviera tan completamente resignado con la derrota.

Vimos al señor Domingo tomar en sus brazos sucesivamente a los dos niños