Los hechos del Terrorismo de Estado en la Argentina durante la última dictadura militar, por lo reciente, aún han transitado un corto camino a través de la historia de la literatura, del mundo audiovisual y, en fin, de nuestros lenguajes artísticos en general. Cuesta todavía sacar la manifestación del arte de aquel largo y doloroso silencio.
Devuélvanme la muerte, de Ambrocina Cismondi (Adriana Correa) es la recreación narrativa de uno de los tantos casos emblemáticos de aquella época oscura. En esta novela corta, el supuesto accidente automovilístico que causó la muerte de Enrique Angelelli (1923–1976), Obispo de La Rioja, es enfocado y desnudado por distintas voces tanto de la historia real como de la ficción, para acentuar la salvaje injusticia del autoritarismo.
«Existen unos que no tienen voz, que son marginados y explotados, y existen otros que tienen privilegios y explotan a los demás…" ha dicho Angelelli. Y es este el sentido que podemos recorrer en los relatos que estructuran la novela, donde los “sin voz” hablan de una muerte hurtada por lo siniestro, y los “que tienen privilegios”, temerosos de las consecuencias de esa figura humana que linda con la santidad en aras de los derechos de los más vulnerados por el poder, ejecutan al extremo los engranajes de su máquina de matar.
Dotada de una pluma que narra desde la poesía paisajes agrestes pero llenos de vida, dolor humano e historia sobre la que no debiéramos perder la memoria, la autora ha encontrado en Devuélvanme la muerte esa vertiente de arte que patentiza lo que muchos quisieran obviar.