La mayor parte de nuestros problemas y preocupaciones cotidianas se originan en el intento de controlar o manipular procesos que el organismo manejaría perfectamente, si no fuera por la intervención del ego. Por ejemplo, el ego, en su despiste, intenta fabricar felicidad, placer o simplemente alegría de vivir. Sentimos que el placer es algo de lo cual carecemos intrínsecamente, en la situación actual y que debemos fabricarlo, rodeándonos de chismes y juguetes complejísimos. Hacerlo así nos refuerza la ilusión de que podemos recibir placer y felicidad desde afuera, una ilusión que es en sí misma responsable de bloquear el placer, de manera que terminamos esforzándonos por alcanzar aquello mismo que nos impide gozar.