El armario de acero

Los asesinos, esos son mis iguales, lo sé, sé lo que piensan, qué quieren, cómo morirán, tienen mi rostro, sobre todo de perfil, solo la ropa es distinta, qué bien que sea cara y no de segunda mano ni sintética, hay que afilar el hacha, hacerse mañana los análisis, no hay escapatoria, es imposible, imposible.

Ten cuidado, este texto está infectado, no te acerques a las letras con la lengua.

Yo también soy un asesino, quiero acostarme con todos los que no lo saben.

Todos decían que no me acostumbraría a mi propio reflejo y puede que así sea, pero por lo menos sabré qué dice, qué piensa, cómo quiere morir, y a él no le dará miedo que yo esté enfermo.

si no eres asesinado, eres tú quien te matas a ti mismo, desde el rincón más vulnerable de tu alma

Hay que amar y respetar a los asesinos a pesar de lo que hacen, justo lo que tú no puedes hacer, aunque lo deseas

Esto comenzó cuando me diagnosticaron el VIH, de casualidad, cuando fui al hospital con diarrea, una diarrea normal, porque creía que había tomado algo que me había sentado mal, y después, un análisis de sangre, y después, parecía que todos se habían vuelto locos, pero no quiero hablar de esto, me quiero ir de este país, ¿me ayudas? ¿Me llevas contigo? No hace falta que sea lejos, a cualquier otro lugar

No he contado a nadie que tengo sida, me escondo y no comprenden por qué me da tanto miedo el sexo

comunidad de autores gais creada en los años noventa en torno a las revistas Vavilon y Risk, ambas editadas por Dmitry Kuzmin.

No sé cómo comportarme en algunas situaciones. Los oscuros demonios de mi alma, lo que más temo, solo puedo expresarlos sobre el papel, aunque nadie los vaya a publicar