Este arte de fingir llega en el hombre a su cima: aquí el engaño, la adulación, la mentira, la calumnia, el representar, el vivir de brillos prestados, la máscara, la convención encubridora, la actuación ante otros y ante sí mismo, en breve, el revoloteo constante en torno a la llama de la vanidad son hasta tal punto la regla y la ley, que casi nada es más inconcebible que el que pueda aparecer en el hombre un impulso honesto y puro hacia la verdad.