manera peor. No reconocen los lugares que desde abajo conocen muy bien, porque desde arriba no se ven las fachadas de las casas; solo se ven los tejados. Desde las alturas del poder no se ven las caras de la gente y sus necesidades diarias y concretas; se ven solo los presupuestos con sus superávits y sus déficits, sus banquetes y sus viajes, sus visitas oficiales y sus recepciones. No se ve al individuo; se ve la sociedad, la nación, el Estado. El hombre concreto, el simple ciudadano, se difumina, se pierde, y el político se olvida de él, flotando como está en nubes de homenajes, coaliciones, alianzas, pactos y luchas para mantenerse en el puesto.