Del mismo modo, no se escribe ni se pinta lo que se ve, se oye, se huele o se siente, ni tampoco se escribe en el lugar donde esas acciones de oír, ver o sentir se ejecutan, y ha sido para mí un escollo y, en cierto sentido durante años una parálisis, no admitir el carácter separado de la dimensión de la escritura o del tejido, labores que llevé a cabo, la primera con menos entrega que la segunda, en el tiempo del exilio.