Sin duda, nada de eso puede aplicarse a la novela, que puede leerse en cualquier sitio y sin ningún tipo de ceremonia ritual, y que, para ser buena, debe abstenerse de lo abiertamente didáctico. Con todo, la experiencia de leer una novela tiene ciertas características que nos recuerdan la percepción tradicional de la mitología. Puede considerarse como una forma de meditación. Los lectores tienen que convivir con una novela durante días o incluso semanas. La novela los traslada a otro mundo, paralelo pero separado de su vida cotidiana. Los lectores saben perfectamente que ese reino ficticio no es «real», y sin embargo, mientras están leyendo, ese mundo resulta convincente. Y una vez concluida su lectura, una novela poderosa se convierte en parte del telón de fondo de nuestra vida durante mucho tiempo.