Un amor

Lo que le viene bien a algunas plantas acaba con otras

Su memoria se ha encogido. Su memoria, ahora, es tan pequeña que le cabe en un puño. Las reliquias sentimentales, se dice, no merecen la eternidad.

Se atasca en cosas antiguas que ocurrieron

El vecino no sabe sonreír sin incluir en el mismo gesto la mueca del engaño

Algo en sus cuerpos ha dejado de funcionar y ya no se puede reparar. Van lentos, se manejan con torpeza y rigidez.

La idea de devolverlo le produce un profundo malestar

A ratos, Nat se avergüenza de su sensación de rechazo. Fue ella quien pidió un perro y ahí lo tiene. Ahora no puede –no debe– decir –y ni siquiera pensar– que no lo quiere.

Se desorienta por los caminos de tierra y de no ser por la referencia de la tienda, que a veces le resulta más familiar que la casa que ha alquilado y en la que lleva ya durmiendo una semana, se sentiría perdida. La zona ni siquiera es bonita, aunque al atardecer, cuando se difuminan los contornos y la luz se vuelve más dorada, encuentra cierta belleza a la que aferrarse.

. Pero nunca se ven mujeres solas. No de la edad de Nat, puntualiza.

–Las viejas no cuentan.

Si tuviera que explicar por qué está allí, le costaría encontrar una respuesta convincente. Por eso, llegado el momento, da evasivas y se limita a hablar de un cambio de aires.