Lo propio del historiador del arte debe ser establecer una lectura histórica de los elementos reunidos. Aquí todos los sistemas son válidos. Puede resultar apasionante reconstituir la vida, con frecuencia muy larga, de un “motif”; aún más estudiar la carrera de un “artista”, con los puntos de invención —es decir, de ruptura con los estilos que lo rodean— y los momentos en que se explota una cierta compatibilidad entre sí de las formas y en los que la riqueza de expresión llega a su plenitud. ¿Se puede ir más lejos y estudiar la evolución de un “estilo”? Sí, aunque no hay que partir de algún concepto formado más o menos a priori para hacerlo coincidir con la producción de una época determinada, y no hay que olvidar nunca el componente geográfico, del cual hablaremos más adelante, ya que éste impone al estilo su propia gravedad y sus propias aceleraciones.