¿De verdad el vídeo mató a la estrella de la radio, como sentenciaba la canción de los Buggles? No, simplemente la desplazó a otro lugar. Este libro reivindica la radio como compañía, como inspiración, como ventana al mundo que combina lo íntimo y lo universal.
La radio que ponemos cada mañana para aterrizar en la realidad mientras preparamos el café; la radio que fue el único contacto con el exterior de Ana Frank y su familia mientras permanecían ocultos; la radio que Walter Benjamin vislumbró como patria común imaginaria, hecha de multitud de voces y silencios…
«Hay mucho que leer y no se puede perder el tiempo con irrelevancias. Montes me ayudó a aprovechar mi tiempo. El destino, al fin y al cabo, de la mejor literatura» (J. E. Ayala-Dip, El Correo).