Cuando Werther “descubre” a Carlota (cuando el telón se rasga y el cuadro aparece), Carlota está cortando pan. De lo que Hanold cae enamorado es de una mujer caminando (Gradiva: la que avanza), y además captada en el marco de un bajorrelieve. Lo que me fascina, lo que me rapta, es la imagen de un cuerpo en situación. Lo que me excita es una silueta trabajando que no me presta atención: Grusha, la joven sirvienta, produce una viva impresión en el Hombre de los Lobos; de rodillas, en tierra, está fregando el piso. Puesto que la postura de trabajo me garantiza de algún modo la inocencia de la imagen: cuanto más el otro me ofrece los signos de su ocupación, de su indiferencia (de mi ausencia), más seguro estoy de sorprenderlo, como si, para caer enamorado, me fuera necesario cumplir la formalidad ancestral del rapto, a saber la sorpresa (yo sorprendo al otro y por eso mismo él me sorprende: no esperaba sorprenderlo).
Freud