«He salido de circulación. ¿Por qué? Porque a un evento feminista no puedes ir con un niño de dos años. Ni siquiera con uno de cinco. Y no puedo dejarlo con nadie. O no quiero dejarlo».
En Polonia, y también en España, los asuntos de familia no son cuestión de Estado. Los poderes legislativos se han olvidado de que existen padres que no pagan la manutención de sus hijos, de que si se necesitan cuidados especiales, estos requieren de tiempo y dinero, de que las madres solteras no pueden trabajar y cuidar de sus hijos si sus condiciones laborales son precarias. Agnieszka Graff se plantea todas estas cuestiones, aunque, como ella misma reconoce, aquí no hay respuestas, solo preguntas que hemos de pensar juntas.
No obstante, la Madre feminista tampoco es una superwoman que tiene éxito laboral, hace deporte una hora al día y cambia pañales. Esta tampoco quiere renunciar a sus hijos en pos de romper el “techo de cristal”, o quiere compaginarlo, pero no existen posibilidades.
Exige corresponsabilidad, que no se vulneren sus derechos laborales y que el feminismo entienda que no hay nada de malo en ser madre.