Los personajes de Errar son excéntricos: escritores ocultos, locos, solitarios, desesperados, niños enfermos, niñas viejas. La novela, a su vez, también escapa de otro centro, el genérico: va del monólogo a la filosofía trash, de la road movie patagónica al mundo onírico en el que la ciencia ficción sucede en los laberintos de la mente. Como Los Siete Locos, como Zama, la de Matías Nicolaci es una novela de denuncia existencial: allí se revela el camino de un hombre y el de varias mujeres en un Planeta extraño. El hombre es todos los hombres, las mujeres una sola y el Planeta es el nuestro. El telón de fondo es la opresión. Pero el sistema que los oprime no es sólo institucional (los trabajos administrativos, el paso por la escuela) sino también metafísico. Por eso leemos que «los hombres han inventado todo un idioma para preservarse de sí mismos y contar con un árbitro objetivo en contiendas intestinas que se avienen irresolubles, y no obstante, los hombres han quedado presos de ese lenguaje, y ese lenguaje es el único que hablan, y el único que entienden. Han hecho un esfuerzo tan desmedido en la preservación, que luego no tenían de qué preservarse». Aventura del lenguaje y del pensamiento, cronología de la pérdida de la razón urbana, Nicolaci escribe desde el preciso lugar en el que el deseo se transforma en miedo y la única posibilidad es huir. — Martín Zariello