El libro tiene algo de novela negra, pero con un toque surrealista sui generis. El protagonista, tras asistir sin querer y sin saberlo a un crimen, se dedica a seguir por París a una mujer de mala vida y a la banda de delincuentes que la acompaña.
Los personajes del libro vagan por las calles y avenidas con el automatismo de los sonámbulos. Son hampones y criaturas de la noche, con un destino, un itinerario y una realidad rigurosamente nocturnos. Para ellos la noche está exenta de placeres, lujos, riquezas y jazz: es una noche cerrada y absoluta, de un amor funcional y crimen impune, mucho más próxima a la “noche amiga del criminal” que cantaba Baudelaire que es estereotipo de la noche “parisina” de los musicales americanos.