Maravillados por las revelaciones del mulero burlador, los miembros del santo tribunal no volvieron a preguntar ni por la poligamia, ni por las blasfemias, ni por la suplantación sacerdotal, ni por los pactos implícitos o explícitos con el demonio, pues los comisarios sólo querían saber «si hera uerdad que las mugeres perdían el seso por los ministros de Dios»: