Según estudios biológicos recientes, recordamos mejor los eventos traumáticos que los positivos –responde Jensen, tomando otro trozo de chocolate–. Una mujer, por ejemplo, se acuerda perfectamente que su madre la quiso abortar, pero olvida que al final, la tuvo y la crió con amor. Entonces, sigue su vida como si hubiese muerto. Así es la suerte de muchos padres: sus hijos sólo se quedan con la parte mala.