Hay encuentros que dejan una huella indeleble en nuestra memoria y nuestro cuerpo, encuentros que nos cambian profundamente o, tal vez, solo nos desvelan quiénes somos en realidad. Eso es lo que le ocurre a la niña Soledad cuando conoce a Ana Gregoria, su maestra de escuela, de quien aprenderá a hacer trabajos, amarres, bebedizos. A llamar al silencio sobre sí misma para no ser vista ni escuchada. A dominar a las ánimas del purgatorio. Porque la niña Sole tiene la mano que cura. Muchos años después, su hija Lina descubrirá que ella también tiene la mano que cura y, tras la muerte de su padre, una fuerza desconocida la obligará a buscar a Ana Gregoria, ya anciana, para hallar respuestas en un mundo cada vez más oscuro e impenetrable.
La mano que cura habla de los poderes, de la brujería y de las supersticiones que se transmiten en secreto. Del duelo y de la muerte, del deseo de formar una familia. Habla de magia y de ciencia, y de cómo todo es la misma cosa. Porque «uno no es nada. Uno es un canal por donde pasa lo que es verdad». Con una prosa envolvente y ecos de Amparo Dávila o Mariana Enríquez, la escritora colombiana Lina María Parra Ochoa explora en su debut novelístico la complejidad de los vínculos afectivos, el peso de la tradición y nuestra conexión con la naturaleza en un texto cargado de tensión telúrica que enamorará a los amantes de lo sobrenatural.