La mano que cura

Lo sé como se saben las cosas verdaderas, con el vientre.

Uno no es nada, le repitió Ana Gregoria, las dos sentadas sobre el piso de tierra del patio de la casa de ella. Y Soledad entendió por fin en todo el cuerpo el peso de cada palabra en esa frase. Entendió como se entiende el peligro o el amor o la ira

Veo ideas subrayadas con lapicero. Él decía que un libro se hacía realmente suyo por las ideas subrayadas, porque en él podía leerse su lectura.

Es extraño que un dolor compartido nos aleje de formas tan sutiles

Estamos cansadas, eso creo, de todo lo que hablamos antes de la muerte. Es como si las tres hubiéramos decidido que el silencio es la única posibilidad para asumirnos por el momento y lo buscáramos de maneras distintas.

Noticias recibidas desde Chocó revelan que, en el corregimiento de San Pacho, municipio de Acandí, resucitó después de cinco horas de muerta la joven de diecisiete años Ana Gregoria Mena

El cementerio también está poblado por algunas ánimas perdidas, pero no son tantas como en el geriátrico. Creo que la gente que al morir se pierde más fácil se queda encerrada en el cuarto donde expiró o en la casa donde vivió toda la vida. Al cementerio casi siempre llegan los cuerpos ya vacíos

El silencio es una manta que en el cuerpo se siente helada, aunque de las manos solo sale una brisa fresca cuando se lo llam

Soledad disfrutó ese pequeño instante de poder sobre la voluntad de otro y se dio cuenta de que lo extrañaba, ese temblor en el cuerpo que sentía cuando usaba los poderes sin miramientos, cuando se dejaba ir y el filo que había dentro de ella aparecía y cortaba a los demás.

hija va a quedar prometida a los podere