La mano que cura

Lo sé como se saben las cosas verdaderas, con el vientre.

Han pasado unas horas, y por las ventanas se ve la noche llena de luz eléctrica. La tos parece haber cedido, aunque todavía en la respiración siento algo carrasposo, lijas, uñas, polvo, piedritas, arena. También con el fin de la tarde ha aumentado el sentimiento de que esa cosa que se aloja intrusa en mi apartamento me ha seguido hasta esta casa. Los pasos del animal se sienten más pesados. La certeza oscura de estar siendo mirada. De la biblioteca que está en el estudio del papá saco el Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica de sir Isaac Newton

Él decía que un libro se hacía realmente suyo por las ideas subrayadas, porque en él podía leerse su lectura

Es extraño que un dolor compartido nos aleje de formas tan sutiles.

Pero después entenderé que eso es una visita no más, que no me toca morirme después de todo, que moriré solamente un rato para aprender unas cosas que me faltan, pero que tengo que vivir otro tiempo.

todo lo que va a ser ya fue, porque uno no es nada, uno es un canal por donde pasa lo que es verdad.

El olvido, mi niña, es como una bestia hambrienta, me dice. Es como una niebla oscura, es el monte mismo que se lo va tragando todo. Es inevitable, pero no queda de otra que luchar contra él, hacerle el quite, esconder los recuerdos para que no se los trague.

En las manos también se guardan las deudas con los poderes.

La mamá dice que con el tiempo y la terquedad los ojos de la gente se quedan cerrados y no hay manera de abrirlos.

En ese momento había una parte de mí que tuvo la certeza de que las mujeres de mi familia cargábamos con algo raro.