Hume reaccionó según las circunstancias en este viaje a través de Europa. «Alemania está llena de gentes industriosas y honestas; si estuviera unida sería la mayor potencia que nunca hubo en este mundo», anotó con perspicacia. «La gente corriente se ve aquí, casi en todas partes, mucho mejor tratada y con más libertad que en Francia y no muy por debajo de los ingleses, a pesar de los aires que éstos se dan». No tuvo tan buena impresión de los austriacos en Estiria: «tanto como tiene de agradable su paisaje agreste, así tiene la apariencia de sus habitantes de salvaje, deforme y monstruosa; muchos de ellos tienen la garganta feamente abultada; idiotas y sordos pululan en cada pueblo y el aspecto de la gente en general es el más chocante que he visto nunca. Uno pensaría que, siendo ésta la gran ruta que los bárbaros usaban para sus irrupciones en el Imperio Romano, dejaban por aquí el desecho de sus ejércitos antes de entrar en territorio enemigo». La reacción de Hume no se debía sólo al fastidio resultante de los rigores de un viaje en diligencia, molesto y enervante, cruzando los Alpes; sus observaciones no eran exageradas, si bien su diagnóstico estaba lejos de la verdad; hoy se sabe que en la dieta de la región faltaba el yodo, con el resultado de que el bocio y la locura estuvieron muy difundidos.