Destaca que es muy posible, y muchas veces sucede así, que el amor afectivo, por ejemplo, a los padres, entre los esposos, a la santísima Virgen, etc., sea mayor que el amor afectivo a Dios, el Sumo Bien. La causa de ello es el carácter sensible de estos objetos que se aman, los cuales apelan directamente a la vida sensible, a la disposición original y personal del sujeto que ama. Sin embargo, esto no constituye ningún impedimento para que, al mismo tiempo, se valorice a Dios por sobre todas las creaturas y que, de este modo, se cumpla el mandato divino.