No se trata de imponer ni imponerse, sino de acordar consensuando equitativamente para ganar como pareja, por lo que no se debe renunciar a las amistades personales, a la autonomía e independencia, a las relaciones familiares, al propio entorno laboral, a la imagen personal y forma de vestirnos, a nuestra manera de pensar, sentir o comportarnos; o a los propios valores personales (éticos, morales, sociales, culturales, religiosos, políticos, etc.).