El planeta de los hongos

así como modifican la tierra, también pueden transformar nuestras percepciones al crear nuevas conexiones neuronales, las cuales nos permiten nuevas formas de pensar y ser.

silencio se rompió el 4 de mayo de 1915 cuando el prestigiado botanista estadounidense William E. Safford (1859-1926) declaró ante la Sociedad Botánica de Washington que tras buscar los famosos «hongos embriagantes» de los que hablaban los códices no había dado con ellos, por lo que seguramente no existían y simplemente los indígenas los habían confundido con cabezas de peyote

. El LSD resultó ser cien veces más potente que la psilocibina y entre cinco mil y diez mil veces más activo que la mescalina. Pero Hofmann notó algo más: podía recordar con todo detalle la experiencia por lo que la función de registro de memoria de la consciencia no se alteraba ni detenía bajo el efecto de este psicoactivo, ni aún en el clímax de la experiencia cuando el contacto con la realidad y el ser se desmoronaba.

Me di cuenta de que la profundidad y la riqueza del universo interior y exterior son inconmensurables e inagotables, pero que tenemos que regresar de estos mundos extraños a nuestro mundo y vivir aquí en la realidad que nos brindan nuestros sentidos normales y saludables. Es como los astronautas que regresan de vuelos al espacio exterior y deben reajustarse a este planeta.

Psilocybin: Magic Mushrooms Grower’s Guide, de O. T. Oss y O. N. Oeric.

La dosis recomendada comúnmente (por fuentes experimentadas o tan improvisadas como arbitrarias) para tener un viaje es de 20 a 30 miligramos de psilocibina por cada 70 kilos de peso, el equivalente de 2,5 a 4 gramos de hongos secos. Esto es lo que corresponde para muchos a una dosis «heroica», capaz de disolver las fronteras del ego, distorsionar la percepción del medio, el tiempo y el propio cuerpo, propiciar sinestesia y a veces alucinaciones.

Soma era el pilar del cielo, el hijo de los cielos, una bandera roja brillante de sacrificio cósmico, el dios para los dioses, escribió Wasson, quien armó un equipo deslumbrante de intelectuales para estudiar el tema: el poeta, con gran conocimiento del griego y el latín clásicos, y autor de La diosa blanca, Robert Graves; la académica experta en sánscrito y autoridad en los vedas Wendy Doniger O’Flaherty; y el farmacólogo Albert Hofmann.

embargo, la invasión de este mundo donde los hongos eran respetados por su carácter místico y temidos por la tentación económica que ofrecían, no podía más que pervertir a esa comunidad y desgarrar el tejido social de manera irreparable.

Wasson imaginaba a María Sabina como la representante de un mundo fosilizado, estático en el tiempo y aislado que solo él podía rescatar del olvido, c

En otras palabras, así como Darwin sacó a dios de la creación del hombre, Wasson sacó a dios de la creación de la religión!», escriben Jerry y Julie Brown, quienes también lo llamaron el Darwin del siglo XX.7