El planeta de los hongos

así como modifican la tierra, también pueden transformar nuestras percepciones al crear nuevas conexiones neuronales, las cuales nos permiten nuevas formas de pensar y ser.

silencio se rompió el 4 de mayo de 1915 cuando el prestigiado botanista estadounidense William E. Safford (1859-1926) declaró ante la Sociedad Botánica de Washington que tras buscar los famosos «hongos embriagantes» de los que hablaban los códices no había dado con ellos, por lo que seguramente no existían y simplemente los indígenas los habían confundido con cabezas de peyote

uedó en ridículo para la posteridad, más por su arrogancia que por su ignorancia. Este científico tuvo la característica actitud racista de despreciar siglos de conocimiento, uso y documentación indígenas al respecto de las plantas, hongos y sustancias medicinales y espirituales.

En México, entre 1726 y 1915 apenas nos constan unas pocas menciones de la existencia de los enteógenos. Los minuciosos y compulsivos cronistas del Nuevo Mundo prefirieron mantenerse en silencio acerca de uno de los prodigios más fabulosos e inquietantes de esa tierra

citantia (café o tabaco), inebriantia (etanol, éter y alcohol), hypnotica (sustancias que producen sueño) y phantastica (aquellas que producen alucinaciones).59

En 1924 categorizó las sustancias psicotrópicas en cinco grupos

su primo, el botánico también mexicano Manuel Urbina (1843-1906), en 1903

características y efectos de esta sustancia fueron investigados por el médico y naturalista mexicano Fernando Altamirano Carbajal

Este alcaloide endémico de México fue aislado del cactus por el farmacólogo alemán Arthur Heffter (1859-1925) en 1896 y su estructura fue entendida y sintetizada en 1919 por el químico austriaco Ernst Späth

Louis Lewin (1850-1929), el celebrado farmacólogo alemán citado por Aldous Huxley en su clásico Las puertas de la percepción, publicó en 1886 el primer análisis sobre el peyote y su sustancia activa, la mescalina