Coronación

este pobre beso hambriento.

Y Andrés sabía ahora que sólo lo incompleto, y por lo tanto lo que necesita, está vivo; que lo que se basta a sí mismo, en cambio, es piedra, objeto que no puede crecer ni morir ni aumentar más que en forma maquinal, porque la necesidad es la esencia misma de la vida.

Pero el amor redescubierto por su marido cortó limpio entre los arreos y arrechuchos de un buen tono puramente mujeril, para dejar limpio lo que antes, hacía mucho tiempo, tanto admiró: ojos no grandes, pero elocuentes de viveza; algo gracioso en la postura y en el andar, conservado pese a los kilos distribuidos sin gran acierto; una lujosa transparencia de cutis.

merecido o no, pequeño o grande o imperfecto, que lo aguardaba allí porque él lo había generado. Se propuso vivir lo mejor de ello esa noche.

Él tenía una vida propia que proseguir. Aceleró para llegar pronto a su casa en busca del calor, mereci

posturas trágicas lo despojaban de la humildad necesaria para saber pedir y saber recibir ayuda.

Pero Andrés era un ser completamente solo, porque

Pero no. El señor quiere tragedia. Quiere sentir hondamente, sufrir para asegurarse de que es capaz de vivir. Pero todavía sin arriesgarte, Andrés, todavía sin vivir de veras.

Ahora sabía muy bien que alguien que ha elegido ser cadáver no puede resucitar porque sí, porque repentinamente se le antoja.

Una, que no es millonaria, tiene que mostrar que es gente con pasado de alguna manera,