Pero en mi caso no había disyuntiva moral ni existencial, más todavía, veía que mis dos mundos no estaban separados de manera pareja ni correlativa; tampoco un mundo permanecía en las sombras o en la intimidad como contracara del otro, del visible, quién sabe cuál; ni siquiera buscaban imponerse sobre el otro o integrarse en uno, a la fuerza o no, como suele ocurrir en estos casos. Nada de eso; parecían un ejemplo casi anormal de convivencia, de tendencia adaptativa y de absoluta falta de contrast