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Jorge Ibargüengoitia

Dos crímenes

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La historia comienza, un día que la policía violó la constitución. Un hombre, Marcos González, “El Negro”, es buscado por tierra, mar y aire por un delito que no cometió. Le tocó en suerte estar en una fiesta en su casa, donde festejaba el aniversario de entrega de su pareja la Chamuca a la cual había llegado de invitado Pancho un agente de la Procuraduría.
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190 printed pages

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Impressions

  • Gretel Juarezshared an impression6 years ago
    👍Worth reading
    🎯Worthwhile
    🚀Unputdownable

    Amé el final, me asombré y la piel se me puso chinita 😱

  • Carlos Ortegashared an impression6 years ago

    No sé qué decir me gustó pero a la vez jajajaja hay momentos en que me atrapa la historia pero los descenlaces no me gustan pero vale la pena leerlo

  • b9747119674shared an impression5 years ago
    👍Worth reading

    Excelente libro

Quotes

  • Rafael Ramoshas quoted6 days ago
    La revelación que hizo don Pepe, más que escandalizarme, hizo más interesante, y mucho más clara, la figura de mi tía Leonor. Aunque, claro, esto no impidió que a partir de ese día, cuando algo sale mal y me da la melancolía, diga para mis adentros:
    —Nací en un rancho perdido, mi padre fue agrarista, me dicen el Negro, la única parienta que llegó a ser rica empezó siendo puta: estoy jodido.
  • Rafael Ramoshas quoted6 days ago
    Esperé a llegar a una recta en la carretera para hacer a don Pepe la pregunta que había preparado:
    —¿Quién es o quién era Estela?
    Volvió la cabeza para mirarme. Nunca se pareció tanto a una lechuza. Era evidente que no le gustó la pregunta y que no hallaba cómo darme la respuesta.
  • Rafael Ramoshas quoted6 days ago
    En ese momento entró Amalia. ¡Qué distintas se ven las mujeres cuando ha hecho uno el amor con ellas! No me pareció tan ridícula. Se había pintado de azul los párpados y se había puesto rimel en las pestañas. Llevaba un vestido blanco ligero. Me hizo la misma pregunta que su hija:
    —¿Cómo pasaste la noche? —Cuando le dije que muy bien rio con una risa ronca—. ¿Qué quieres desayunar?
    Ella misma, me dijo después, hizo los huevos a la mexicana, refrió los frijoles, calentó las tortillas y llevó el desayuno a la mesa.
    —Nunca la había visto tan activa —comentó mi tío en un momento en que Amalia salió a buscar el pan dulce.
    Amalia regresó, se sentó a la mesa a verme comer y habló de unos pajaritos que hay en el campo —«son chiquirrinitos y tienen la cabecita y las alas casi negras y el pechito café».

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