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Jorge Ibargüengoitia

Dos crímenes

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  • Rafael Ramoshas quoted2 days ago
    entró Amalia.
    —Ven —me dijo— que quiero enseñarte una cosa divina.
    La seguí con la confusión que siempre me produce su proximidad. Los tacones que lleva, por ejemplo, que son altos y puntiagudos —estoy seguro de que de un taconazo puede perforar un cráneo—, se enchuecan y se resbalan cuando Amalia camina en el patio de servicio que está empedrado. Me parecen completamente ridículos. Las piernas, en cambio, que son peludas pero están muy bien formadas, me producen una sensación mixta: parte repulsión y parte atracción lasciva. Lo que dice, en cambio, es tan grotesco que me produce ternura. Esa tarde, por ejemplo, se me ocurrió preguntarle:
    —¿Por qué te casaste con el gringo?
    —Porque a mí siempre me ha encantado todo lo americano.
    Me desprecio porque me dan ternura estas estupideces y más me desprecio porque no me atrevo a decirle que son estupideces. Es decir, ni puedo aceptar a Amalia como si fuera igual a mí ni puedo rechazarla.
  • Rafael Ramoshas quoted2 days ago
    fui después a pararme detrás de Lucero, que seguía dibujando, le puse las manos sobre los hombros y le dije:
    —Ven.
    Ella se levantó, me siguió hasta el centro de la habitación y dejó que yo le quitara los huaraches, los pantalones, las pantaletas y la playera.
    —Siéntate aquí —dije, señalando el papel limpio que acababa de restirar sobre la mesa—. Ahora levanta las piernas y ponlas sobre mis hombros.
    Ella obedeció. Todo salió tan bien que no me importó ni cuando el orgasmo la hizo juntar las piernas y estuvo a punto de estrangularme. Mugió igual que Amalia.
  • Rafael Ramoshas quoted2 days ago
    empezaron a cantar, primero «las mañanitas» y después «no salgas niña a la calle, porque el viento fementido, jugando con tu vestido puede dibujar tu talle», etc.
  • Rafael Ramoshas quoted2 days ago
    —Todavía no les he contado lo peor —dijo Gerardo, y siguió—: ahora Angelita tiene un novio y vienen juntos con frecuencia a Muérdago, y a veces los veo pasear por el portal en donde está el juzgado.
    —Yo no toleraría eso —dijo Fernando—. Yo saldría del juzgado y los mataría a los dos a tiros.
    —Al verla del brazo de otro comprendo que todavía la quiero y siento rete feo, como si me estuvieran enterrando un puñal.
    —Haces mal, hermano —dijo Alfonso—. Sobre todo sabiendo que es una mujer que no vale nada.
    —¡Quién me hubiera dicho —concluyó Gerardo— que a los cuarenta y siete años iba a ser esclavo de las pasiones!
    —¡Que vengan los cancioneros! —pidió Alfonso.
    —¡Que me toquen «La que se fue»! —pidió Gerardo.
  • Rafael Ramoshas quoted2 days ago
    Le ofrecí mil pesos para limar asperezas. ¿Qué creen que me contestó? Que le debía cinco mil, porque había sido virgen cuando me conoció.
    —¡Ay, qué hija de la chingada! —dijo Alfonso, realmente indignado.
    —Se los di —siguió Gerardo.
    —Hiciste mal —dijo Fernando—. Una mujer que le pone precio a cosas del amor no merece un centavo.
  • Rafael Ramoshas quoted3 days ago
    Mi tío contestó sin titubear:
    —Te aconsejo que vendas. Pide un precio que a ti te parezca muy alto y haz que te paguen lo más posible, pero te advierto que cualquier cosa que tus primos te den, saldrás ganando.
    Yo había temido que aquella conversación fuera dolorosa para mi tío, pero resultó mucho más dolorosa para mí, porque lo que acababa de decirme era que el valor de mi herencia estaba nomás en la imaginación de mis primos, porque él no me había dejado nada.
  • Rafael Ramoshas quoted3 days ago
    —Vamos a no preocuparnos de lo que te diga mi tío. ¿Cuánto consideras tú que vale tu parte de la herencia? Dínoslo ahora, porque mis hermanos y yo estamos dispuestos a comprártela en este momento. Di un número.
    Fue cuando debí decir cien, doscientos, trescientos mil pesos, eso hubiera significado uno, tres años en la Playa de la Media Luna, hotel Aurora, con la Chamuca. Pero en mi mente se atravesó una duda muy seria: en una de ésas debería pedir un millón, y luego otra peor: quizá lo que más convenía era no vender y esperar a que mi tío se muriera. Es decir, razoné como pequeñoburgués y eso me paralizó.
  • Rafael Ramoshas quoted3 days ago
    Así fue como el gringo, que no quería que yo lo llevara a su casa y yo, que no quería llevarlo, acabamos en el cochecito blanco. El gringo me dijo por qué calles había de ir y luego me preguntó:
    —¿Sabes cómo llegué a Muérdago?
    —No.
    —Adivina. Te doy tres oportunidades.
    —No tengo la menor idea —decliné.
    —Estaba buscando el tesoro de Pancho Villa.
    —¿De veras?
    Se necesita ser pendejo, pensé para buscar el tesoro de Pancho Villa en un lugar por el que nunca pasó Pancho Villa.
  • Rafael Ramoshas quoted13 days ago
    La revelación que hizo don Pepe, más que escandalizarme, hizo más interesante, y mucho más clara, la figura de mi tía Leonor. Aunque, claro, esto no impidió que a partir de ese día, cuando algo sale mal y me da la melancolía, diga para mis adentros:
    —Nací en un rancho perdido, mi padre fue agrarista, me dicen el Negro, la única parienta que llegó a ser rica empezó siendo puta: estoy jodido.
  • Rafael Ramoshas quoted13 days ago
    Esperé a llegar a una recta en la carretera para hacer a don Pepe la pregunta que había preparado:
    —¿Quién es o quién era Estela?
    Volvió la cabeza para mirarme. Nunca se pareció tanto a una lechuza. Era evidente que no le gustó la pregunta y que no hallaba cómo darme la respuesta.
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