Si somos capaces de reconocer y abrazar el sufrimiento mientras respiramos conscientemente, ya sentiremos alivio.
Aceptar nuestro sufrimiento puede ser lo contrario de lo que queremos hacer, en especial si nuestro sufrimiento es inmenso, como en el caso de la depresión. La depresión es una de las formas de sufrimiento más extendida de nuestra época. Puede llevarse nuestra paz, nuestra alegría, nuestra estabilidad e incluso nuestra habilidad para comer, movernos, o realizar tareas sencillas. Puede parecer insuperable y quizás pensemos que lo único que podemos hacer es huir o sucumbir ante ella.
No obstante, reconocer y aceptar ese gran sufrimiento sin juzgarlo no es lo mismo que rendirse ante él. Cuando ofreces reconocimiento y cuidados a tu sufrimiento, haces que sea menos impenetrable y más maleable; entonces tendrás la oportunidad de contemplarlo en profundidad, con generosidad (pero siempre con una base firme de respiración consciente para protegerte) y descubrir por qué te sientes así. El sufrimiento trata de llamar tu atención, de decirte algo, y ahora puedes aprovechar la oportunidad para escuchar. Puedes pedirle a alguien que lo contemple contigo: un profesor, un amigo, un psicoterapeuta. Ya sea por ti solo o con tus amigos, puedes explorar el origen, y qué nutrientes y hábitos de consumo han estado alimentando tu tristeza. Al analizarlo profundamente podrás descubrir cómo puedes transformar esos «desperdicios» orgánicos en abono, que a su vez podrá ayudar a que florezcan las flores bonitas de la comprensión, la compasión y la alegría.
La campana
Aun con la mejor de las intenciones, e incluso después de practicar la conciencia plena desde hace mucho tiempo, todos tenemos la tendencia de escapar al futuro o regresar al pasado, de buscar la felicidad en otro lugar. Una campana de conciencia plena, ya sea una campana de verdad o cualquier otro sonido, es un aviso maravilloso de que debemos regresar a nosotros mismos, de que regresemos a la vida, al aquí, al momento presente. El sonido de la campana es la voz del Buda interior. Dentro de cada uno de nosotros habita la naturaleza de Buda: una naturaleza compasiva, pura y comprensiva. Si nos gusta practicar la conciencia plena, cuando oigamos la campana podremos responder a esa intervención con respeto y apreciación. En mi tradición, cada vez que oímos la campana nos detenemos. Dejamos de movernos, hablar y pensar, y escuchamos a la voz del corazón.
No decimos que «tocamos la campana» o «tañemos la campana», en su lugar, decimos que la «invitamos» a que suene, porque la campana es una amiga, una amiga iluminada que nos ayuda a despertarnos y nos guía a casa, a nosotros mismos. La delicadeza y el pacifismo son las características del sonido de la campana. Es un sonido suave pero muy poderoso.
Cuando oyes ese sonido, aprovechas la oportunidad para volver a ti mismo y sentir tu respiración. Dedica unos segundos a inhalar y exhalar en profundidad y contactar con algo de felicidad. Si quieres sentir cómo sería el fin del sufrimiento, está en el aquí y en el ahora, en tu respiración. Si quieres alcanzar el nirvana, está a tu alcance.
Al inhalar, sé que inhalo.
Al exhalar, sonrío.