Luego le conté unas cuantas cosas: que era de Nueva Orleans, que había publicado varios relatos breves, que quería ser escritor y estaba trabajando en una novela. Me preguntó cuáles eran mis escritores norteamericanos preferidos. «Hawthorne, Henry James, Emily Dickinson...» «No, vivos.» Ah, bueno, hum, vamos a ver. Considerando el factor de la rivalidad, para un autor contemporáneo, o para un aspirante a escritor, es difícil confesar su admiración por otro. Al fin, dije: «Hemingway no: un hombre verdaderamente deshonesto, todo de salón. Thomas Wolfe tampoco: toda esa vomitona violácea; claro que no está vivo. Faulkner, a veces: Luz de agosto. Fitzgerald, en ocasiones: The Diamond as Big as the Ritz, Suave es la noche. Me gusta mucho Willa Cather. ¿Ha leído usted Mi enemigo mortal?»