Hay muchas formas de morir. Una de ellas es morir en vida, agonizando en la sala de espera, próximo a la puerta de embarque, varados como ballenas en la arena, gordos de vivencias y sumergidos entre maletas melancólicas. Otras muertes cobran vida de a poco, mientras se extingue la existencia en medio de la rutina. También están aquellos que la esperan con curiosidad y con el suave cosquilleo de la ansiedad entre las costillas. Sí, hay muchas formas de morir, incluida la involuntaria y siempre sorprendente, aquella que parece injusta o al menos inoportuna. Asesinados, desahuciados, suicidados o simplemente resignados, son los personajes que viven en estos cuentos mortales, o desde la inocencia o desde un cierto humor negro, sin aspavientos, como si morir fuera asunto de otros.
En Pasajeros en tránsito, el autor nos invitó a husmear en la No-pertenencia, ahora nos participa de sus inesperadas formas de morir, y de la testarudez necesaria para vivir sin morirse.