Después de ese enorme atentado a la vida que fue Auschwitz, buena parte del pensamiento filosófico contemporáneo, decepcionado del sujeto moderno y sus avatares, volvió a pensar la cuestión de la vida. Agamben, siguiendo la huella nietzscheano-heideggeriana, plantea un cierto concepto de “vida” que incluye otras formas de vida más allá de la humana. Por ello Paula Fleisner interpreta su obra como la formulación de una “filosofía primera” ya no ocupada y preocupada por el “sujeto”, sino atenta a la “vida”. Vida que al no limitarse a la “vida humana” permite pensar una ontología de lo común en la que lo viviente se declina de muchas maneras, que no se restringen a los modos del vientre humano. Frente a los dispositivos filosóficos, teológicos y médicos de producción de la humanidad, se delinea una ontología de lo común que profana y parodia los modos que separan a los vivientes.