Lenguas vivas es una novela excepcionalmente erótica y exquisitamente divertida. Cuenta la historia del aprendizaje vital de una mujer ingeniosa y singular que se ve inesperadamente arrastrada a tener que ganarse la vida mediante el sexo. Llena de inocencia y de curiosidad, hace de su profesión una forma de diseccionar al ser humano, y un medio de inspiración para escribir una novela que espera la saque de ese mundo. Ella juega con sus clientes y con las palabras con el mismo entusiasmo, consiguiendo divertir y excitar al lector de manera ingenua e inteligente.
«No doy crédito a mis oídos», dice en voz baja, tapando el auricular con la mano, como si le importase más no abandonarme a mí que sus tareas de estado. Yo hago un gesto de desprendimiento con la cara, algo así como «No se preocupe, señor presidente, comprendo perfectamente lo ocupado que está y la envergadura de sus asuntos». Y cuando pienso en la palabra «envergadura», me sonrío muy muy pícaramente porque ésta es la palabra más erótica de nuestra lengua, por lo que me pongo mucho más procaz. Si te aplicas, el lenguaje está lleno de juegos de palabras eróticas. Fíjense bien «en–verga–dura». Es perfecta.