Alrededor de Canto a un dios mineral sobrevuelan sonetos y poemas libres. Impresionismo, música de la inteligencia, movimiento perenne. Jorge Cuesta es el poeta del español mexicano posterior a la Revolución.
De versos duros, de sintaxis barroca apela a la razón pero sin dejar la música. Podemos decir que es una lectura que evade el lugar común y que nos translada a un universo paralelo de sentidos múltiples.
En Canto a un dios mineral se retoma la tradición de Primero sueño pero se ancla en el simbolismo francés del siglo XIX. El Canto de Cuesta prolonga la ruta trazada por Gorostiza en Muerte sin fin. El movimiento está encabalgado a la naturaleza. Como señala Evodio Escalante el canto puede ser una canción pero también una orilla.
Me parece que el Canto, además de movimiento, alude a la piedra que piensa. Los minerales son sustancias activas, el oro brilla, la gema es un espejo. La piedra no tiene alma pero no está muerta, en la alquimia se transmuta. ¿Lo mismo que en el alma humana?
Acaso la conciencia está muda pero "Sus ojos, errabundos y sumisos, / el hueco son, en que los fatuos rizos / de nubes y de frondas / se apoderan de un mármol de un instante / y esculpen la figura vacilante / que complace a las ondas". Música y gramática, estética y filosofía. La obra de Cuesta, sin amagues; es la poesía más viva que se haya escrito en México en los últimos 100 años.