Años ochenta y noventa. Medellín y Cali vieron surgir a los llamados “nuevos ricos”, personajes de guayabera y sombrero, con apariencia de ganaderos, campesinos prósperos y “empresarios con suerte”, cuya presencia en calles, discotecas, restaurantes de lujo y concesionarios de alta gama, indudablemente no podía pasar inadvertida a los ojos de una sociedad que veía cómo, de la mano de estos estrafalarios ciudadanos, se dejaban llevar, “colgadas” como joyas de colección recién llegadas a la ciudad, jovencitas hermosas que, incautas, cayeron en la trampa, ilusionadas de alcanzar de una vez por todas, la vida de lujos, viajes, yates, dinero fácil y, como en este caso, la fama de las pasarelas.
Cientos de ellas terminaron en el abismo de esa “cultura” mafiosa que impusieron los carteles de Medellín y de Cali. La ex modelo de ropa interior Sandra Porras, hizo parte de esa generación de “hembras de los duros”, como solían llamarlas los capos y sus subalternos. Las contrataban para exhibirlas socialmente, ante su entorno de socios y compinches, incluso, para intercambiarlas entre ellos mismos. Ella cayó a ese abismo, pero sobrevivió. Su historia es estremecedora y triste, pero al mismo tiempo esperanzadora y feliz.
A manera de catarsis, y de la mano del curtido reportero judicial y escritor Juan Carlos Giraldo, Sandra Porras “trasboca” en esta desgarradora crónica, uno por uno, los secretos que acumuló mientras habitó ese sub mundo de la mafia: las “prepago”, las “hembras” por catálogo, los narcos y los políticos, los políticos y las “prepago”… las venganzas.
La columna vertebral de este trabajo periodístico termina siendo, irremediablemente, el drama de Sandra cuando, por una suma de sucesos increíblemente insólitos, termina convertida, a los ojos de la Ley, en la hembra del Alacrán; un capo de capos. Craso error que le costó ocho años de cárcel.
Pero tras las rejas, no todo serán sombras; allí Sandra se transformará espiritual, ética y personalmente y encontrará un nuevo rumbo para su vida.