¿Tú has leído unos versos de Longfellow que se llaman «Excelsior»? Un joven, en una tempestad de nieve, sube por un puerto pobre, montaña arriba, con una bandera en la mano que dice: «Excelsior». No te sonrías: yo sé que sabes tú latín: «¡Más alto!». Un anciano le dice que no vaya adelante, que el torrente ruge abajo y la tempestad ¡se viene encima: «¡Más alto!». Una joven linda, ¡no tan linda como tú!, le dice: «Descansa la cabeza fatigada en mi seno». Y al joven se le humedecen los ojos azules, pero aparta de sí a la enamorada y le dice: «¡Más alto!».
—¡Ah no! pero tú no me apartarás a mí de ti. Yo te quito la bandera de las manos. Tú te quedas conmigo. ¡Yo soy lo más alto!
—No, Lucía: los dos juntos llevaremos la bandera. Yo te tomo para todo el viaje. Mira que, como soy bueno, no voy a ser feliz. ¡No te me canses!—y le besó la mano.