Corría una criatura tras su sombra con el deseo de tocarle la cabeza, pero cuanto más corría, más se alejaba de ella. Hasta que descubrió que palpándola en su cuerpo la alcanzaba también en la sombra que proyectaba.
Cuando, en lugar de lanzarnos hacia delante,
regresamos,
descubrimos que somos lo que buscamos
y alcanzamos la quietud
y el gozo
plenos.
El Mar está en la acuidad
de la gota
que somos.
Aún no lo sabemos.