Avenburg conversa con Freud con la misma sencillez que un niño conversa con su amigo imaginario, acerca de los temas del psicoanálisis que los apasionan. Tanto Freud como Avenburg encarnan una cultura a la que analizan, y al analizarla disuelven la censura que se instaló en ella, y así, la transforman y la mantienen viva, tras el rastro de Eros. Pueden aplicarse a este libro estas palabras de Freud: «Les dije que el psicoanálisis se inició como una terapia, pero no quise recomendarlo al interés de ustedes en calidad de tal, sino por su contenido de verdad, por las informaciones que nos brinda sobre lo que toca más de cerca al hombre: su propio ser». Jorge Garbarino