Los chinos son hombres sabios, sabios en las cosas de este mundo, y tienen un proverbio que usted y yo deberíamos recortar y pegar en el tafilete del sombrero. Dice más o menos así:
El hombre cuya cara no sonríe no debe abrir una tienda.
Su sonrisa es una mensajera de bondad. Su sonrisa ilumina la vida de aquellos que la ven. A pesar de haber visto docenas de personas fruncir el entrecejo, de mal humor o apáticas, su sonrisa sigue siendo como el sol que rompe a través de las nubes. Especialmente cuando alguien se encuentra bajo la presión del patrón, los clientes o maestros, de sus padres o de sus hijos, una sonrisa puede ayudar a comprender que no todo es en vano, que aún hay alegría en el mundo.